
Clara y Óscar estaban envueltos en una agradable rutina, pero "rutina" al fin y al cabo. Siempre lo mismo, un día y otro día, y otro... No les disgustaba, pero a veces añoraban el tiempo en el que acababan de aprender a amarse, ese tiempo en el que todo era nuevo, y en el que siempre estaba la ilusión de muchas primeras veces.
Recordaban cuando todo era pasión y locura, riesgo y emoción, pero ahora, incluso algunas veces, no podían disfrutar de la suficiente intimidad que ellos desearían.
Menos mal que siempre tendrían 8 pisos en ascensor, en el que surgían besos salvajes, y alguna que otra genialidad.
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