
A veces siento lástima por los autobuses de Londres, la torre Eiffel de Paris, el Partenón de Atenas, el monito gibraltareño, el esquiador intrépido de Sierra Nevada, el muñeco de nieve con sus esquíes; todos ahí, encerrados en sus esferas heladas. ¿Pasarán frío?
Yo espero que no, porque si es así y si se rebelan algún día, no quiero encontrarme mi habitación llena de escarcha y de cristales rotos.
Yo también lo espero. Vaya miedo daría ver ese panorama.
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