Era de amores intensos y trágicos, de lágrimas desconsoladas e intentos de suicidio. Podía hallar el placer en cualquier cosa, persona, lugar o acción, incluso en jugar con la muerte, la propia y la de sus peculiares amantes.
Ellos quedaban sucumbidos ante sus encantos de mujer y sus rarezas, sin pensar ni por un momento en que les llevaría a la perdición. Uno a uno iban cayendo, sin dinero en el bolsillo, pero habiendo disfrutado la vida como si no existiera el mañana.
Y ella los amaba a todos, quizá de manera obsesiva, pero dejando cada latido en cada beso, y en cada excitación, una víctima.