Se lamentó por quedarse dormida, creía que, despierta, hubiera podido salvarle.
Pero eso no habría ocurrido.
Fue el destino. Dicen que toda nuestra vida gira alrededor del destino, que a cada persona le llega su hora en un determinado momento. El destino era inamovible, aunque Paula no lo entendiera.
Hundida en su sentimiento de culpabilidad y viendo como tapaban el cuerpo con una manta, Paula rompió a llorar desconsoladamente. Hacía mucho tiempo que no lloraba así, o quizás nunca lo había hecho de esa manera.
Entonces, cuando las lágrimas inundaban sus ojos castaños y caían por sus pálidas mejillas, sintió una suave brisa reconfortante, acariciándole la cara.
Miró a su derecha , y descubrió, asustada, que Pablo permanecía a su lado.
qué triste y qué malo es el destino a veces...
ResponderEliminar