
La primera vez lo pruebas, y te encanta, por lo que quieres subir una vez más.
En la segunda ya sabes que la experiencia es grata, así que te emocionas porque ya sabes lo que va a pasar.
Para la tercera vez, convences a tu madre para que te deje subir sólo una vez más y le prometes que así será. Pero por muchas promesas que hicieras, no dejarás de lloriquear y patalear como un niño encaprichado y consentido para seguir montado.
Tu madre gana la batalla, pero sólo de momento. En tu mente sólo puedes ver el tiovivo, con sus mil giros, convirtiéndolo todo en color, y tú sentado, con la sonrisa más grande que cabe en tu cara, notando como el viento te sopla dulcemente a la cara, apartándote el pelo con cariño.
Sólo piensas en la próxima vez...en la próxima vez que te vea.
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