
La cuchilla se clavaba en el hielo, salpicando pequeñas motitas de escarcha a su alrededor. Su vestido, parecido al de una hada, se levantaba graciosamente con cada giro, con cada pirueta. Mark hacía que se sentiera precisamente como eso, como un ser mágico. Cada vez que patinaban, la pista de hielo se convertía en un perfecto escenario romántico, donde sus movimientos, minuciosamente ensayados, parecían totalmente espontáneos, como si bailaran en el hielo guiados por sus sentimientos.
Ellos no sabían que imagen daban en el exterior, ni siquiera se habían dicho lo que sentían, pero no era necesario, pues una imagen valía más que mil palabras.
Parece que el amor surge donde menos te lo esperas
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