lunes, 23 de enero de 2012

Luces de la noche


El sol de invierno iba dando paso a una tarde de color añil, y el cielo se encendía lentamente con estrellas que guardaban miles de deseos en sus destellos.
De camino a la ciudad por el campo abierto, Rebeca las observaba ensimismada a través de la ventanilla del coche que conducía su amiga Elena, mientras las melodías lentas de la radio la hacían trasladarse a otro lugar, a otra época...a otra galaxia.
-¿Elena, no crees que las estrellas brillan mucho más en el campo que en la ciudad?
-No sé, Rebeca, no me distraigas. ¡Cómo para mirar estrellas estoy yo ahora!
-Yo creo que sí, son mucho más bonitas, y además cubren todo el cielo. ¡Son fascinantes!
-¿Es que no puedes pensar en otra cosa? ¡Con la de cosas importantes que hay!
Rebeca desconectó de nuevo. No quería estar escuchando en esos momentos a su tan realista amiga y tan poco fantasiosa. Ella tan sólo quería pensar en el chalet en el campo en el que viviría en un futuro con su marido, hijos, perros y gatos; en el que todas las noches podría echarse en la hierba a observar a esas curiosas luces de la noche.

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